TDAH: Inteligencia Emocional y adolescentes
El concepto de Inteligencia Emocional es conocido gracias a que en 1990 Peter Salovey y John Mayer, lo nombrasen por primera vez, como la `habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás promoviendo un crecimiento emocional e intelectual`.
Según numerosos autores como el Dr. Rusell Barkley ó Villar Orjales, entre otros, ya han destacado la dificultad que los niños con TDAH pueden experimentar en el área social, especialmente en las relaciones con sus amigos o compañeros. Ellos tienen limitado conocimiento de sí mismos y de sus efectos sobre otros.
Esta incapacidad en el área social de los niños con TDAH viene dada, entre otras, por sus dificultades para identificar sus propias emociones y las emociones de los demás. Presentan más dificultades que otros niños en atender a las señales sociales y anticipar los resultados y las consecuencias que éstos tendrán en uno mismo y los demás, lo que les provoca problemas de rechazo social, aislamiento forzado, y en ocasiones soledad crónica. Con la llegada de la adolescencia los bajos niveles de Inteligencia emocional, pueden provocar mayores niveles de conductas agresivas y comportamientos delincuentes.
Estas dificultades socioemocionales se correlacionan con déficits en su Inteligencia Emocional, es decir, en su manejo y regulación de la emoción y los afectos.
La inteligencia emocional comienza a desarrollarse desde la niñez pero el periodo clave para ella es la adolescencia. Por eso es tan importante tener este factor en cuenta cuando se tienen hijos adolescentes.
Tradicionalmente se ha pensado que si una persona es inteligente y sabe muchas cosas, tendrá un gran futuro personal y profesional, pero la realidad, es que el cociente intelectual (CI) no nos asegura tener un buen puesto de trabajo y tener éxito en la vida. Obviamente el tener un CI elevado actúa como un factor de protección que puede facilitarnos el conseguir un buen trabajo y, en ocasiones, puede ayudar a tener éxito a nivel social pero, sin duda, ser inteligente no es suficiente si a esta inteligencia no la acompañamos con capacidades y/o habilidades de carácter social y emocional (Gardner, 1983).
El libro `Inteligencia Emocional` de Goleman (publicado en Estados Unidos en 1995) resume las investigaciones en Neurociencia y psicología cognitiva que señalan que el CE (cociente emocional) es tan importante como el CI (cociente intelectual) con respecto al desarrollo saludable del niño y su éxito futuro. Según Goleman recopila, el CI parece aportar tan solo un 20 por ciento de los factores determinantes de éxito (lo cual supone que el 80 por ciento restante depende de otra clase de factores).
Este trabajo nos deja ver la relación de nuestros sentimientos y nuestro pensamiento indicando las interconexiones fisiológicas entre las áreas emocionales y ejecutivas del cerebro; esto es importante puesto que están íntimamente relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje.
Según diversos estudios, la IE, actúa como moderador de los efectos de las habilidades cognitivas sobre el rendimiento académico (Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos, 2003; Gil-Olarte, Palomera y Brackett, 2006; Pérez y Castejón, 2007; Petrides, Frederickson y Furnham, 2004).
Uno de los objetivos principales de la introducción de la IE, en este caso, en el ámbito escolar fue proponerla como fuente del bienestar y equilibrio psicológico de los alumnos, además de su logro escolar. Fernández Berrocal (1998 y 1999), en uno de sus estudios diferenció al conjunto de alumnos en dos grupos: por un lado, los alumnos depresivos y los que no lo son. Los primeros, alumnos con altos niveles de ansiedad y los del segundo grupo con niveles altos en la reparación de sus emociones. La conclusión más importante de este estudio fue que la capacidad de las personas, de conseguir prolongar los estados emocionales positivos propios e interrumpir los negativos, asegura un nivel aceptable de salud mental, entendido como ausencia de síntomas de ansiedad y depresión (Fernández-Berrocal et al., 1999).
La educación en IE en los distintos ambientes es útil y necesaria. Entendiendo la agresividad como la tendencia a actuar de forma violenta, manifestada de forma verbal o física, puede estar relacionada con un déficit emocional, es decir, que una persona con una menor Inteligencia Emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales. No debemos olvidar que las personas violentas no solo focalizan su agresividad hacia otras personas, también sobre ellos mismos, es decir, llevan a cabo conductas autodestructivas (consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias), conductas que son llevadas a cabo por personas con una baja IE.
Según Trinidad y Johnson (2002), los adolescentes que son emocionalmente inteligentes detectan mejor las presiones emocionales que puedan aparecer en clase o por parte de sus compañeros. Son capaces de afrontar las diferencias entre sus propias emociones y las del resto de compañeros, al contrario de lo que ocurre con adolescentes que tienen menos control sobre sus emociones. Por tanto, los primeros serán capaces de tener un autocontrol suficiente para no caer en las conductas autodestructivas anteriormente citadas (consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias).
Teniendo en cuenta lo tratado anteriormente, se pone de manifiesto la relación existente entre la Inteligencia Emocional y la conducta social. Del mismo modo, se ha evidenciado el hecho de que la educación en emociones es un adecuado predictor del buen rendimiento personal, académico y laboral de cualquier persona.
BIBLIOGRAFIA:
Canto, J. Fernández- Berrocal, P., Guerrero, F., y Extremera, N. (2005).Función protectora de las habilidades emocionales en las adicciones. En J.Romay Martinez y R. Garcia Mira (Eds.), Psicologia Social y ProblemasSociales. (583-590). Madrid.: Biblioteca Nueva.
Extremera, N. y. Fernández-Berrocal, P. (2003). La inteligencia emocional en el contexto educativo: Hallazgos científicos de sus efectos en el aula. Revista de Educación, 332, 97-116
Barkley, Russel. (2011) - Niños hiperactivos: cómo comprender y atender sus necesidades especiales. Ed. Paidós Ibérica.
Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona, 1996.
Lantieri, Linda; Goleman, Daniel. (2009)- Inteligencia emocional infantil y juvenil. Ed. Aguilar.
Orjales Villar, I. y Aquilino Polaino-Lorente, A (2001). Programas de intervención cognitivo-conductual para niños con Déficit de Atención con Hiperactividad. Editorial CEPE: Madrid.
Salovey, P., y Sluyter, D. J. (1997). Emotional Development and Emotional Intelligence. Educational Implications. Nueva York: Basic Books.
Magallón, A., Megias M. J., Bresó E. (2011). Inteligencia emocional y agresividad en adolescentes. Una revisión desde la aproximación educativa.