TDAH: La inteligencia emocional y el rendimiento académico a través del Coaching Educativo
Las emociones se encuentran en nuestra vida de forma continuada, es decir, están presentes en todos los contextos de nuestra vida y en todos los roles que desempeñamos en cada uno de ellos. Ya sean de carácter agradable o desagradable, las emociones nos acompañan constantemente. Sin embargo, a pesar de los numerosos estudios que existen en torno a lo emocional (Thompson, 1994; Goleman, Boyatzis & McKee, 2002; Bong & Skaalvik, 2003, entre otros) no se conforma una única definición del concepto de emoción, sino que podemos encontrar un amplio abanico de definiciones cuyo objetivo es precisar y concretar qué es una emoción.
Desde nuestros primeros años de vida transitamos por el sistema educativo con la finalidad de formarnos y desarrollarnos en nuestro contexto social, aprendiendo a relacionarnos con los demás y adquiriendo hábitos y costumbres de la sociedad en la que vivimos, conformando así nuestra personalidad, mejorando nuestra capacidad de afrontar nuevas situaciones y de adaptarnos a ellas. Pero, a pesar de ello, no siempre dotamos a las emociones de la importancia que tienen sobre nosotros, ya que, afectan a nuestro aprendizaje y son capaces de influir en variables tan necesarias como la comunicación, la atención o la memoria.
El término de Inteligencia Emocional (IE) surge en la década de los noventa de la mano de Salovey y Mayer, quienes pretendían englobar bajo este concepto, la inteligencia interpersonal e intrapersonal, describiendo cualidades emocionales que ayudan al alcance del éxito como la empatía, la expresión, la comprensión, el control, etc. Así, estas cualidades fueron clasificadas en cuatro ramas:
1. Percepción, valoración y expresión de la emoción.
2. Facilitación emocional del pensamiento.
3. Comprensión y análisis de las emociones empleando el conocimiento emocional.
4. Regulación de las emociones para promover el crecimiento emocional e intelectual.
Sin embargo, este concepto no se popularizó hasta 1995, con la obra Inteligencia Emocional, de Daniel Goleman. Esta idea comenzó a cobrar especial relevancia cuando fue asociada con el éxito en la vida, de manera que, ante el CI (Cociente Intelectual) nace el CE (Cociente Emocional) relacionado con la IE (Inteligencia Emocional).
Por lo tanto, este concepto definido como `La habilidad de percibir con exactitud, valorar y expresar emociones; la habilidad de acceder y generar emociones que faciliten el pensamiento; la habilidad de comprensión y conocimiento emocional, y la habilidad para, de forma reflexiva, regular emociones que promuevan tanto el crecimiento emocional como intelectual` (Mayer y Salovey, 1997), se introduce en programas de aprendizaje social y emocional. Según Goleman (1995), trabajar la IE es fundamental para alcanzar el éxito y el desarrollo tanto personal como profesional de las personas, señalando que estos programas deben cumplir las siguientes condiciones:
- Al finalizar la Educación Primaria, los niñ@s deben haber adquirido la empatía necesaria para identificar los sentimientos de otras personas.
- Durante la Educación Secundaria, el alumnado debe ser capaz tanto de detectar lo que genera tensión como lo que genera motivación.
- Al finalizar la misma, deben saber comunicarse para alcanzar soluciones en aquellos conflictos que se les presenten.
De esta manera, los avances de investigación científica demuestran que la autoconciencia, la confianza la empatía y la gestión, tanto de emociones como de impulsos, afectan de forma positiva al rendimiento académico.
Por otro lado, Reeve (1994) hace referencia a cuatro dimensiones que, en función de su naturaleza y del contexto, conforman cada emoción:
Dimensión afectiva: afecta a las experiencias personales de un individuo. Una emoción estaría dentro de esta dimensión en el momento en el que experimentamos sentimientos determinados frente a una situación concreta. De este modo, una emoción nos hace sentir pero también actuar, lo que la sitúa en la siguiente dimensión.
Dimensión fisiológica: es la que nos lleva a la actuación. En el momento en el que detectamos que estamos emocionados, nuestro organismo empieza a cambiar. Estos cambios se anticipan a nuestras respuestas comportamentales, entrando así en la tercera dimensión.
Dimensión funcional: es la que proporciona la adaptación de nuestro organismo al entorno.
Dimensión expresiva: las emociones se consideran como un fenómeno social, ya que pueden expresarse mediante gestos, vocalizaciones o conductas faciales, exponiendo así nuestra manera de emocionarnos.
Así, si hacemos referencia al contexto académico, hablaremos de emociones de logro. El logro es el resultado de ciertas actividades, de manera que las emociones expresadas por los estudiantes se vinculan a la consecución del mismo. Según Schtuz y Prekrun (2007), estas emociones intervienen en los componentes afectivo, cognitivo, motivacional o expresivo.
Por lo tanto, si nos referimos a la teoría del control-valor de Pekrun (2007), tanto las actividades de logro como sus resultados, dependen de las expectativas que tengamos sobre ello:
1- Expectativas del control de la acción: son las expectativas de que una actividad se inicie y finalice con éxito.
2- Expectativas por el resultado logrado a través de la acción: son las expectativas que ponemos en obtener los resultados deseados.
3- Expectativas del resultado de la situación: se centran en que las consecuencias de los resultados son determinadas por las situaciones, independientemente del individuo.
Es por eso por lo que esta teoría muestra un interés especial por la cognición y la motivación, reconociendo el influjo de factores personales, influyendo las emociones de logro en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Una de las formas más efectivas de trabajar estas emociones es el coaching educativo mediante técnicas y estrategias cuya finalidad es que el alumnado aprenda e interiorice diversas herramientas que pueda emplear en determinadas situaciones conflictivas de sus vidas, utilizando la reflexión para la consecución de nuevas soluciones a sus conflictos más íntimos, como las emociones académicas, dotándoles a su vez de herramientas para la gestión y control de las mismas. En el caso de estudiantes con TDAH, esta estrategia presenta un mayor interés para trabajar la auto-gestión y el control de las emociones
Cristina Toca Molina (2019)
Psicopedagoga de Fundación Cadah
Bibliografía:
Bong, M., & Skaalvik, E. M. (2003). Academic Self-Concept and Self-Efficacy: How Different Are They Really? Educational Psychology Review, 15(1), 1-40. https://doi.org/10.1023/A:1021302408382
Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence. Why it can matter more than IQ. Nueva York: Bantam Books. (Versión castellana: Inteligencia emocional, Barcelona: Kairós, 1996).
Goleman, D., Boyatzis, R. y McKee, A. (2002). El líder resonante crea más. Barcelona: Plaza y Janés.
Mayer, J.D., & Salovey, P. (1997). What is emotional intelligence? En P. Salovey & D. J. Sluyter, Emotional development and emotional intelligence: educational implications (pp.3-31). New York: BasicBooks.
Pekrun, R., Frenzel, A.C., Götz, T., & Perry, R.P. (2007). The Control-Value Theory of Achievement Emotions: An integrative approach to emotions in education. En P.A. Schutz & R. Pekrun (Eds.), Emotion in education (pp. 13-36). Amsterdam: Elsevier Academic Press. Recuperado a partir de
https://0-www.sciencedirect.com.fama.us.es/science/book/9780123725455
Reeve, J. (1994). Motivación y emoción. (A.M. Lastra Raven, Trad.). Madrid: McGraw-Hill.
Schutz, P. y Pekrun, R. (2007). Emotion in education. San Diego: Academic Press. Recuperado a partir de http://0-www.sciencedirect.com.fama.us.es/science/book/9780123725455
Thompson, R.A. (1994). EMOTION REGULATION: A THEME IN SEARCH OF DEFINITION. Monographs os the Society for Research in Child Development, 59(2-3), 25-52. https://doi.org./10.1111/j.1540-5834.1994.tb01276.x