Cuándo los miedos infantiles se convierten en un problema. El papel de los adultos
Dsarrollar miedo o temer a ciertos estímulos es una respuesta natural del ser humano. Estas repuestas son por tanto esperables y habituales en los niños pequeños, pera no tanto en las personas adultas. Los miedos tienden a extinguirse de forma natural a medida que el niño va creciendo y aprendiendo que estos estímulos no son en realidad una amenaza. Sin embargo, por alguna razón, algunos niños experimentan una repuesta más intensa de miedo o bien les cuesta más superar estos, es entonces cuando el miedo puede convertirse en un problema importante o patológico.
¿Cuándo los miedos se convierten en un problema? El papel de los adultos
Los miedos pueden llegar a cronificarse y hacerse resistentes por diferentes motivos (miedos clínicos), y los adultos tenemos un papel decisivo en ello. Uno de ellos es por el efecto del modelado, es decir, la observación de estos patrones en las personas que rodean al niño. Si el niño observa en el adulto tiene respuestas desproporcionadas de miedo a determinados estímulos (arañas, enfermedades, alturas...), el niño desarrollará una respuesta condicionada a estos estímulos, porque entenderá que son miedos justificados y potenciales ("si un adulto teme esto, será que es verdad que es peligroso y hay que temerlo").
Otra forma de potenciar y cronificar los miedos es a través de la información negativa que les damos a los niños. Cuando por querer protegerlos les advertimos exagerando de lo peligroso que puede ser un estímulo o situación, les estamos condicionando a que generen miedo y perciban el estímulo como más temeroso y se sientan vulnerables ante él.
Por último, las experiencias traumáticas vividas, como atragantarse o sufrir un accidente pueden llevar a desarrollar un miedo patológico. También aquí influye de forma decisiva cómo es interpretada y afrontada esa situación desde el entorno, ej.: si se le da excesiva importancia, si se evita después por todos los medios la exposición a cualquier riesgo relacionado, si se trata al niño con demasiada sobreprotección y cuidado, etc.
¿Cómo afrontar los miedos?
Evitar un estímulo fóbico por todos los medios, solo aumenta la sensación de temor hacia él. Los adultos (padres, educadores...) debemos enseñar y trasmitir a los niños y adolescentes que existen situaciones peligrosas que pueden ocasionarnos daños, pero al tiempo debemos instruir a los niños de que existen herramientas para combatir esos peligros y situaciones, y las esas herramientas muchas veces están dentro de ellos.
A medida que los niños maduran van superando los miedos, al entender que estos están en su cabeza y que no son peligros reales, al tiempo que van sintiendo que tiene la capacidad para enfrentarse a ellos.
Si favorecemos la autonomía de los niños y les dejamos que experimenten y se enfrenten a situaciones que les asustan, recompensando su valentía y animándoles a seguir probando sus fuerzas, el niño cada vez tendrá más seguridad en sí mismo y poco a poco el miedo se irá extinguiendo.
Materiales terapéuticos para trabajar los miedos en la infancia:
Sara Ortega Tapia, Neuropsicóloga de Fundación CADAH (2017).
BIBLIOGRAFÍA
Sanfín B. (1997). Ansiedad, miedos y fobias en niños y adolescentes. Dykinson psicología.
Gutiérrez, A. y Moreno, P. (2011). Los niños, el miedo y los cuentos. Editorial: DDB. TEA ediciones.
