Qué hacer cuando un adolescente con TDAH comienza a mostrar conductas antisociales
Partimos de la base que la educación de un adolescente con TDAH es difÃcil y todo un reto. Los desajustes de estos adolescentes incluyen inatención, pobre control de los impulsos, pobres habilidades de organización, dificultades para elegir y mantener prioridades, y escasas estrategias en resolución de problemas, resultando un menor rendimiento escolar, baja autoestima, escasas relaciones con iguales, y rendimiento errático en tareas.
A esta edad las oportunidades de realizar conductas impulsivas peligrosas y de poca capacidad de juicio aumentan, debido a la mayor influencia de los pares y la menor supervisión de los adultos. En este momento los comportamientos sobrepasan la generalidad y comienzan a presentar patrones de comportamiento antisociales, creando conflictos en el ámbito familiar, escolar y social.
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Por regla general los padres no deben actuar como perros guardianes de sus hijos, pero en ocasiones los hijos llevan a sus padres a la situación de tener que actuar como verdaderos policÃas. Tampoco por regla general, el dÃa a dÃa debe ser una lucha constante, sin embargo cuando la situación se empieza a ir de las manos es el momento de estar continuamente encima de ellos.
Por todo ello, si apreciamos cambios de comportamiento y de actitud hacia peor en un joven adolescente con TDAH o sin TDAH, como que no muestre ningún interés por mejorar académicamente, desprecie las normas y la autoridad, dentro y fuera del hogar, y en general lleve a cabo conductas censurables, es necesario y de forma urgente, tomar las decisiones adecuadas para reconducirle aunque esto suponga un esfuerzo y un gran desgaste para la familia.
Nos podemos encontrar con un adolescente que comience a mostrar en el ámbito escolar una actitud hacia el estudio muy negativa, no acuda con regularidad a todas las clases, no lleve la tarea terminada, no estudie para los exámenes y muestre descaro y pasotismo ante la figura del profesorado.
En el ámbito familiar nos encontramos con que no asume responsabilidades, no coopera, no sigue las normas del hogar, no respeta a los miembros de la familia, miente o engaña de forma muy recurrente y comienza a mostrar agresividad.
En el ámbito social comienza a frecuentar amistades dudosas e intuimos que pudiera comenzar a comportarse de forma ilÃcita (alcohol, marihuana).
Ante estas conductas antisociales nos podemos preguntar ¿En qué nos hemos ido equivocando?
Probablemente nos hayamos ido equivocando en la forma de comunicarnos con él, en juzgarle injustamente censurando conductas que debiéramos haber pasado por alto o por lo contrario, haber permitido que realizara acciones sin haberle aplicado las consecuencias adecuadas, en haber emitido un exceso de consejos, en no mostrar interés hacia sus cosas cuando verdaderamente lo necesitaban, en no ratificarles la importancia que tienen dentro de la familia, en haber sido poco tolerantes y mostrarnos demasiado autoritarios, o al contrario, haber sido permisivos, en no aceptarles como son y compararles con otros.
Múltiples causas son las que hayan podido motivar un cambio hacia peor en su comportamiento y actitud. Pero ahora no podemos centrarnos demasiado en los errores que hayamos cometido, sino en tomar las decisiones correctas para encauzar su conducta. NO son momentos de reproches, son momentos de reflexión y acción. Es hora de actuar firmemente.
Para reconducir estos comportamientos, encauzar su actitud y lograr un cambio, se deben plantear medidas de intervención rigurosas y constantes tanto para la dinámica familiar como para el propio adolescente, que queden recogidas en un Plan de actuación como parte de su tratamiento.
Este Plan se debe basar en un régimen de SUPERVISIÃN Y CONTROL CONSTANTE, con ausencia durante el tiempo necesario de privilegios, beneficios y contacto con ciertos amigos-compañeros.
El adolescente debe experimentar durante ese tiempo la incomodidad que supone el no tener privilegios de ningún tipo, sin que por ello se le deje de proporcionar las necesidades básicas y mucho menos amor, comprensión y apoyo incondicional. La duración o ampliación de este estatus irá en función del tiempo que tarde en cambiar su actitud, muestre una conducta honesta, sin mentiras, y demuestre esfuerzo en su trabajo, tanto en el seno familiar como en el centro escolar.
El cumplimiento de este Plan supone por parte de TODOS LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA y en especial por sus progenitores, quienes son los responsables su educación y supervisión, una implicación y esfuerzo máximos, incluso renunciando a su tiempo y actividades por supervisar que se cumplan.
Para conseguir este objetivo se plantearán las siguientes normas a cumplir para él mismo y para la familia:
El cumplimiento de estas normas supone por parte de TODOS LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA y en especial por sus progenitores, quienes son los responsables su educación y supervisión, una implicación y esfuerzo máximos, incluso renunciando a su tiempo y actividades por supervisar que se cumplan.
En el caso de que no vaya cumpliendo las normas que se establecen, se le aplicarán unas consecuencias negativas. Estas serán:
Si la familia es constante en la aplicación de las normas y se le comunican de forma clara, sin reproches y con una actitud positiva, probablemente vaya cambiando su actitud y se le pueda ir aplicando consecuencias positivas por ir cumpliéndolas. Estas podrán ser:
Para obtener un buen resultado en la ejecución del Plan, tanto las normas, como las consecuencias negativas y positivas de no cumplirlas o cumplirlas se le debieran comunicar al adolescente con la mediación de algún profesional, al igual que una revisión semanal del estado de su cumplimiento.
Este Plan se debe cumplir durante al menos 4 semanas consecutivas, en las que el adolescente demuestre un cambio de actitud, interés y esfuerzo de forma estable para ir obteniendo cierta autonomÃa, reducir su supervisión y poder ir aumentando gradualmente la confianza en él.
Si a pesar de este riguroso planteamiento de control y vigilancia para que valore los esfuerzos, dedicación y cariño que los demás tienen hacia él, persiste en sus malas conductas, supondrá que el adolescente sigue sin estar preparado para ser autónomo y responsable de sus acciones, por lo que se mantendrá la retirada de confianza en él y se prolongará durante más tiempo.
La familia debe cumplir con su función de supervisión, control y ayuda en la consecución de este Plan de actuación. El pilar fundamental para que el adolescente encauce su comportamiento y adquiera unos hábitos de conducta básicos es la propia familia.
Cuando se tiene un hijo adolescente que comienza a cumplir o que cumple ya con este patrón de conductas, la familia se debe mentalizar que deben tener prioridad las necesidades de control hacia el adolescente que el de los propios intereses de los miembros de la familia. Y ello significa hacer sacrificios, renuncias, modificar fechas de vacaciones pidiendo dÃas de vacaciones para que padre o madre realicen durante este tiempo la supervisión, etc.
En las manos de la familia está reconducir el futuro de su hijo.