Posibilidades de la Educación FÃsica en el tratamiento del TDAH
Comento una publicación de Alejandro Carriedo Cayón. Esta publicación se titula Beneficios de la Educación Física en Alumnos Diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
Básicamente se trata de una revisión de la literatura científica sobre la influencia del ejercicio físico en niños diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y, a través de ella, extraer una propuesta acerca de cómo puede contribuir la Educación Física en el tratamiento de este trastorno.
El TDAH genera en los padres una preocupación creciente por la salud mental y física de sus hijos. Según Rief (2005), estos sufren rechazo por el tratamiento farmacológico ya que temen efectos a largo plazo. Para Mühlbacher (2009), padres e hijos llegan a la conclusión de que lo importante es crear un clima favorable de amistad y de aficiones para conseguir un estado de ánimo equilibrado a través de la actividad física.
Acorde con este autor, las clases de Educación Física parecen ser un lugar propicio, donde todos los alumnos participan en actividades placenteras, divertidas, organizadas y supervisadas por un docente preocupado en educar a través de un ambiente agradable.
Todo esto posibilita a la Educación Física, como complemento eficaz al tratamiento multimodal, colaborando en las siguientes áreas:
1. Intervención psicoeducativa y conductual
La Educación Física es un área donde se educa a través del movimiento. Puede colaborar en el enfoque psicoeducativo y conductual proporcionando un contexto agradable y ameno donde los objetivos procedimentales y actitudinales son conseguidos a través de diversos contenidos: juegos, deportes, actividades luctatorias (aquellas prácticas motrices de oposición que contienen acciones de los deportes de lucha, con reglas y de exigencia sicomotriz con un elevado componente pedagógico.), danzas, teatro, coreografías, técnicas de relajación, desafíos cooperativos... Muchas de estas actividades han sido investigadas directamente en sujetos con TDAH.
Por ejemplo Jensen y Kenny (2004) encontraron que las técnicas de entrenamiento respiratorio, postural, de relajación y de concentración, como las usadas en yoga, tienen efectos positivos en los síntomas básicos del TDAH.
Dentro de las actividades luctatorias, las artes marciales son famosas por crear ambientes de respeto y autocontrol, por lo que también han sido estudiadas en relación al TDAH. Usando diferentes metodologías (obteniendo significación práctica y significación estadística respectivamente), Cooper (2005) y Moran (2004), han encontrado una posible influencia positiva de las artes marciales sobre los síntomas del TDAH.
Por tanto, podemos decir que además de los beneficios que produce el ejercicio físico en los niños con TDAH (Pontifex et al., 2012; Barkley, 2002), la Educación Física proporciona un entorno educativo donde se pueden descubrir actividades físicas concretas que parecen ser beneficiosas para los niños con TDAH.
No obstante, hay que especificar que estas actividades no son beneficiosas `per se`. Según Cratty (2004) es necesario que los profesores estén formados adecuadamente para mitigar la hiperactividad y la impulsividad. Dice que un profesor bien formado puede aplicar técnicas y métodos favorables, como por ejemplo el entrenamiento de la relajación, las actividades de control de los impulsos o estrategias cognitivo-conductuales.
Añade que los profesores deben ser conscientes de cómo una variedad de condiciones y factores pueden contribuir bien al aumento o a la disminución de comportamientos impulsivos, de déficit de atención o de hiperactividad, tales como la voz, la postura o la gestión del espacio.
2. Intervención motriz y emocional
La práctica de actividad física no solo parece beneficiosa para reducir algunos de los síntomas del TDAH, sino que se hace indispensable para mejorar la función motora y la condición física de los niños afectados con este trastorno.
Harvey y Reid (1997) declaran que el desempeño motor grueso de los niños con TDAH, se encuentra muy por debajo de la media de los niños de entre 7 y 12 años. También indican que los niños con este trastorno muestran peor condición física.
Hay más consenso en decir que los niños con TDAH presentan habilidades locomotrices más bajas en relación a sus iguales sin TDAH (Verret, Gardiner y Béliveau, 2010; Pitcher, Piek y Hay, 2003; Harvey y Reid, 2003, 1997), lo que podría estar relacionado con el bajo desempeño en las pruebas de condición física (Verret et al., 2010).
La actividad física en edades tempranas es sustancial, ya que es el momento en que el esquema corporal se está desarrollando, y su mala estructuración arrastraría carencias en el plano perceptivo, en el motórico y en el afectivo, desembocando en un déficit en la relación yo-mundo (Le Boulch, 1984).
Smith et al., (2013) inciden en la importancia del movimiento para el desarrollo motor y cognitivo en edades tempranas, siendo especialmente importante en niños con TDAH.
Además de la posibilidad de que los niños con TDAH presenten una baja condición física y una menor habilidad motriz (Harvey y Reid, 2003), hay que añadir el riesgo de que sufran trastornos de coordinación motora (Mulas, Roselló, Morant, Hernandez y Pitarch, 2002), por lo que es altamente recomendable la práctica de actividades físicas en forma de juegos o deportes, cuyas características intrínsecas suponen una mejora de la coordinación dinámica general y específica (Gil-Madrona, Contreras y Gómez, 2008).
Harvey et al., (2009) observaron que los niños con TDAH raramente se organizaban para jugar con otros niños. Este patrón podría estar relacionado con lo hallado por Williams et al., (2005), quienes exponen que los niños torpes tienen más aversión por sus compañeros y tienen una autoestima más baja. Sin embargo, es fundamental que jueguen y se relacionen socialmente.
El juego, que es un componente relevante del mundo social infantil, se muestra como una herramienta capaz de mejorar las capacidades y habilidades físico-motrices de los niños. Esta mejora se hace necesaria porque un bajo rendimiento deportivo se relaciona con un menor autoconcepto en los niños (Zulaika y Goñi, 2000). Por otro lado, los niños torpes pueden ver afectado su mundo social, ya que pueden recibir burlas y ser menos populares.
En Educación Física no de primar el rendimiento físico, sino que se hay que alejarse de los aspectos competitivos, buscando la participación, la cooperación, la solidaridad y la mejora intrínseca de todos los alumnos, por lo que puede y debe contribuir a mejorar la autoestima de los niños con TDAH.
Por consiguiente, este área curricular, parece ser un contexto muy apropiado para que estos niños se integren con sus iguales, mejoren su autoconcepto, sus capacidades motrices y coordinativas, y se beneficien de los efectos del ejercicio físico.
3. Inculcando un estilo de vida activo
No obstante, hay que comentar que Harvey et al., (2009) observaron que aquellos niños con TDAH que poseían un conocimiento superficial de sus habilidades motrices, expresaron sentimientos negativos sobre la actividad física, lo que podría culminar en comportamientos de evasión.
Esto puede suponer un problema si se pretende un tratamiento cimentado en la actividad física. Esta circunstancia requiere un mayor esfuerzo por parte de los docentes, ya que deben motivar a estos niños para que adquieran un estilo de vida activo.
Dada la torpeza que parecen tener y la dificultad para adquirir patrones motores, el tratamiento debe ser individualizado y orientado a que logren éxitos en sus tareas; deben transmitirles sentimientos de competencia y capacidad para que se aficionen al ejercicio físico y decidan incluirlo en su estilo de vida. Solo así podrán beneficiarse de los efectos positivos que se desprenden de este trabajo.
Unos de los objetivos de la Educación Física debe ser crear hábitos físico-deportivos, los cuales parecen especialmente importantes en los niños con TDAH. De hecho, para Kiluk, Weden y Culotta (2009), la participación activa en deportes puede estar asociada con una reducción de la ansiedad y depresión de los niños con TDAH, los cuales muestran mayor riesgo de sufrir este tipo de episodios.
Mulrine, Prater y Jenkins, (2008), dicen que es primordial que estos niños realicen actividades físicas de manera regular, para que además de mejorar su concentración, atención y memoria (Winter et al., 2007; Wilens y Dodson, 2004), puedan desarrollar sus habilidades motrices básicas y específicas.
Para finalizar, Putnam y Copans (1998) defienden que el ejercicio ayuda a disminuir los síntomas del TDAH, y afirman que los programas de ejercicio físico regular en la escuela y en casa son beneficiosos y necesarios para los niños con TDAH.
Conclusiones
Como hemos podido comprobar, varios autores recomiendan explícitamente que se aumente la tasa de actividad física en los niños con TDAH, por lo que podemos concluir diciendo que existe evidencia, aunque limitada, para pensar que el ejercicio tiene un impacto positivo en el comportamiento y en la función neurocognitiva de los niños con TDAH en el entorno escolar. Las conclusiones de etsa publicación son prometedoras y sugieren que la actividad física puede ser un complemento eficaz en el tratamiento multidimensional de niños con TDAH.
Bibliografia:
Carriedo, A. (2014). Beneficios de la Educación Física en alumnos diagnosticados con Trastorno por Déficit de atención con Hiperactividad (TDAH). Journal of Sport and Health Research. 6(1):47-60.